martes, 19 de abril de 2011

El atacante suicida que falló en su misión y vivió para contarlo



Un ataque suicida a principios de abril en Pakistán dejó centenares de muertos. Los dos atacantes eran adolescentes y uno de ellos sobrevivió. Esta es su historia.
Martes 19 Abril 2011
El ataque ocurrió a principios de abril. La bomba estalló en un santuario paquistaní repleto con miles de devotos y dejó centenares de muertos.

Los dos atacantes suicidas eran adolescentes y uno de ellos sobrevivió.

De 14 años, Umar Fidai, habló con la BBC sobre qué lo motivo a acabar con su vida y con las vidas de otros.

"Lo único que estaba en mi mente era que tenía que detonar mi carga lo más cerca de la gente posible. Cuando decidí que era el momento correcto, fue un instante de felicidad para mí.

"Pensé que habría un poquito de dolor, pero luego estaría en el paraíso".
Umar no llegó al paraíso. En vez de eso, lo encontramos bajo custodia policial.

No tiene el brazo izquierdo, el derecho está completamente vendado y hay vendajes en todo su torso. El joven está alerta, es amable y habla con una franqueza que desarma.

"El plan era que Ismail se volara cerca del santuario. Yo esperaría a que llegaran las ambulancias y detonaría mi carga cerca de ellas para matar a más gente. No tenía ni una duda antes de hacerlo".

Sin embargo, el chaleco suicida de Umar no estalló adecuadamente.

Su brazo voló, se abrió el abdomen y cayó inconsciente. Al recobrar el sentido, Umar buscó una granada en su bolsillo.

"Se nos enseñó que si el cinturón no estalla, debemos matarnos con la granada. Había tres policías parados cerca de mí, y pensé que si los mataba, aún lograría entrar al paraíso".

Cuando Umar llevó la granada a su boca para jalar el detonador con sus dientes, un policía le disparó en el brazo.

Imágenes de video tomadas con un celular muestran a Umar tumbado en el piso, mientras la policía se ocupaba de desactivar lo que quedaba del chaleco de explosivos.

"Talibanes por todos lados"

La ruta que lo llevó hasta este punto empezó cinco meses antes, en su pueblo natal en las montañosas regiones tribales del noroeste de Pakistán, cerca de la frontera afgana.

"En la escuela a la que asistía, había talibanes por todos lados. Un día uno de ellos me dijo que fuera con él para convertirme en atacante suicida, pero le contesté que si quería matar gente debería hacerlo él mismo y no pedírselo a niños. Pero se mantuvo insistente".

"Decía que no tenía caso estudiar. Me dijo que no había nada mejor que el paraíso y que se puede ganar matando a no creyentes".

"El talibán rezaba todo el tiempo y leía el Corán, así que creí que eran buenas personas. Mi corazón me dijo que fuera y me entrenara con ellos".

Umar dijo que le vendaban los ojos y, a veces, lo esposaban al ser llevado al lugar de entrenamiento, de forma que no pudiera revelar su ubicación.

Dijo que lo entrenaron en el uso de armas de fuego y explosivos junto con otros tres jóvenes.

Miles de paquistaníes han muerto en ataques de activistas radicales en los últimos tres años. Se piensa que la mayoría de los ataques suicidas son ahora realizados por niños como Umar, entrenados por los talibanes.

Los blancos en Pakistán han sido diversos, pero varios de los recientes ataques se han llevado a cabo en templos de santos sufistas –ala mística del Islam-, como en el que estuvo Umar.

Estos santuarios han sido por largo tiempo un foco de devoción y oración, pero islamistas de línea dura han decidido que orar en ellos no es islámico.

"El Talibán siempre nos dijo que iríamos a Afganistán a matar a no creyentes", dice Umar. "Estuvimos de acuerdo, porque ellos dicen que eso significaría que iríamos al paraíso".

"Pero cuando viajamos en autobús al lugar de nuestro ataque, vi que seguía siendo Pakistán y los cuestioné. Ellos dijeron que la gente que le reza a los muertos son infieles aún peores, y les creí".

"Cuando llegamos al templo, Ismail y yo subimos a una colina donde nadie podía vernos. Sacamos nuestros chalecos explosivos de las bolsas y nos los pusimos".

"Luego nos despedimos y prometimos que oraríamos por el otro, pero no había tristeza, porque pensábamos que íbamos a ir al paraíso".

Umar dijo que sólo hasta que la policía estaba tratando de desactivar sus explosivos y vio cómo lo cuidaban los doctores, se dio cuenta de que estaba equivocado.

"Estoy muy agradecido, porque me salvaron de ir al infierno. Tengo mucho dolor, pero sé que hay mucha gente en el hospital con heridas aún más graves que las mías y lamentó lo que hice y lo que hizo Ismail".

"Hicimos algo muy malo al matar a niños, ancianos y mujeres. Ahora me doy cuenta que los ataques suicidas no son islámicos. Espero que la gente me perdone".

Umar dijo que nadie de su familia lo ha contactado desde el ataque.

"Sé que mi madre y mis hermanas más jóvenes, en Waziristan del Norte, sabrían lo que pasó y deben estar muy molestas. Sólo quiero pedirle perdón a mi madre. Pero en el momento en que detoné mi chaleco, mis pensamientos no estaban con mi familia, sólo estaba pensando en lo que los talibanes me habían enseñado".

El ataque podría aún costarle la vida a Umar, pues se encuentra en grave estado.

También está asustado de que el Talibán venga a matarlo en cualquier momento por haber fallado en su misión suicida.

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