domingo, 27 de marzo de 2011

San Cristobal NO ESTA HECHA para DISCAPACITADOS

( María Teresa Amaya )

Pablo llama a su lugar de trabajo sus cuatro esquinas, un espacio que lo cobija día a día, en medio de la incesante lluvia, ardiente sol, o tal vez uno de esos días al que popularmente calificamos como normal.

Pablo Antonio Carrillo Arocha, un joven de 35 años, emprendedor a quien la vida le sembró una enseñanza, la cual, asumió como un reto desde hace 7 años, luego de un lamentable accidente, por la caída de un techo, que lo dejó parapléjico.

Esta condición, no le impidió a este caraqueño, residenciado en el Táchira desde hace 15 años, continuar forjando su camino, dando ejemplo de fortaleza y de querer realizar actividades en las que se puede desenvolver, para obtener su sustento y el de su familia. 

Desde hace cuatro años y medio, Pablo Carrillo trabaja en su silla de ruedas. 

Comenzó en una convencional; pero no lograba desenvolverse con mucha práctica, porque su fuerza motora después del accidente no es suficiente. Cuenta que no ha sido fácil rodar por las calles de San Cristóbal y mucho menos por las aceras, las cuales no están acondicionadas para una persona minusválida. En muchas ocasiones le han tenido que ayudar a bajar, a subir de algún sitio o empujarlo, para su mejor desenvolvimiento. 

Hace dos años y medio, una silla eléctrica le llegó como un regalo, un gesto de amistad de su cuñado. 

--Ese obsequio fue un gran alivio para mí, porque no tenía, ni tengo recursos, para comprar una silla, y con esta nueva adquisición es con la que he trabajado y puedo desenvolverme con más facilidad en las calles, no totalmente bien, pero, en mi caso, es mi instrumento de trabajo --comentó sonriente mientras conversaba con la periodista en una de las esquinas, donde frecuentemente se ubica con su silla-moto, tipo scooter.

La silla funciona con batería, la cual lleva en la parte de adelante una canastica donde coloca las chucherías, sobre todo chicles, también vende cigarrillos y complementa su negocio con sus teléfonos celulares de alquiler y corre un máximo de 8 km/h. Sus clientes no cesan, lo buscan cada instante a pie o en diferentes vehículos para realizar alguna llamada o comprar. En el pasabrazo de su silla-moto cuelga un banquito para que sus clientes se instalen y hablen con comodidad cada vez que buscan su servicio.

”La comida no llega a la casa“

La destreza se ha convertido en su aliada, diversas anécdotas, no muy agradables, lo han acompañado en diferentes momentos, al transitar por calles y avenidas no aptas para el traslado de sillas de ruedas de cualquier tipo.

La ciudad se ha deteriorado con el paso de los años, y la falta de mantenimiento de algunos lugares ha provocado el daño casi irreparable del asfalto, los huecos sobresalen y las aceras se quiebran por la misma falta de cuidado.

Con franqueza revela Pablo Carrillo que "la comida no llega a la casa; si no trabajo no tengo nada". Vive con su esposa y dos hijos, también menciona a otros tres hijos con su pareja anterior. Es el sostén de su hogar, eso lo impulsa aun más a permanecer activo. 

Su lucha contra el cambio del clima en San Cristóbal lo mantiene atento, no tiene un kiosco dónde ubicarse con comodidad, y por eso utiliza las cuatro esquinas de la carrera uno con calle cuatro, de barrio Sucre parte baja, donde tampoco se puede resguardar completamente de la lluvia; pero ese es su punto de trabajo donde el espacio se lo permite. A las 8 de la mañana inicia la jornada, hasta las 7 de la noche, y toma un descanso en horas del mediodía.

Cuando es muy fuerte la lluvia, no puede salir de su casa y se convierte en un día perdido. Debe cuidar la batería de su silla-moto que funciona por debajo del asiento, porque si se moja se puede averiar y es su único medio de trabajo, expresa con claridad.

Otro de los obstáculos que se le presentan, es subirse en una buseta o autobús, vehículos que tampoco están hechos para personas en su condición. 

--¡Es imposible! --comenta--. Los choferes no tienen la suficiente paciencia para ayudarte, la silla pesa unos 70 kilos, en estos casos normalmente se desarma; sin embargo, el chofer tendría que subir la silla y cargarte, porque a pesar de mi cuadraplejia me considero un 90 por ciento independiente, casi nunca voy acompañado, por lo que descarto la posibilidad de andar en buseta, para no incomodar; y la otra cosa es que algunos conductores no se detienen, cuando les levantó la mano, como cualquier pasajero --expresa. 

Sus necesidades más urgentes las resuelve en taxi, porque es un carro de tamaño adecuado, en el cual se ha aprendido a montar solo, con poca ayuda; pero su silla-moto sí la debe subir el conductor y no todos tienen la disposición de colaborarle, aun cuando la silla esté desarmada.

El ejercicio también forma parte de su vida y es una terapia, por eso integra la Asociación Tachirense de Personas en Sillas de Ruedas "Atardesir", la cual realiza diversas actividades deportivas. Carrillo practica el tenis de mesa, desde hace algunos meses; como no puede doblar sus manos, le fue adaptado un guante que le donó un amigo y fue aceptado por el club, al mismo se le instala la raqueta, que queda fija, y entrena de 2 a 6 de la tarde. 

En una hazaña se ha convertido su recorrido en la silla-moto, todos los sábados para sus prácticas. Con simpatía comenta la travesía.

--Salgo a eso de la 1 de la tarde desde la carrera uno de barrio Sucre hasta el gimnasio cubierto “Arminio Gutiérrez Castro”, me voy en contravía, tardo aproximadamente 40 minutos en mi silla-moto, por toda la avenida 19 de abril. 

Espero que los semáforos cambien y sigo, esquivando peatones, huecos, carros. Te vez tan pequeño en la silla que para muchos choferes pasas desapercibido y casi te dan, o algunos te tiran el carro, por eso, aunque no debe ser así, prefiero ver quién viene de frente y que no me sorprendan por la espalda --se ríe.

Al regresar de su entrenamiento a las 6 de la tarde, toma un taxi. 

En los últimos años, muchos seres humanos han perdido su sensibilidad. Pablo Carrillo revela con mucho sentimiento en su rostro, que desea de todo corazón que ese tipo de personas que le menosprecian y no saben tratar con un minusválido, o cualquier tipo de persona discapacitada, no pasen por una situación como la suya o lleguen a tener un familiar en silla de ruedas. Porque no es fácil, cuando falta tanta ayuda económica, material y sobre todo humana, para personas con discapacidad y, además de ello, más lugares que estén acondicionados para su movilización, en los cuales se pueda transitar. Este joven solo espera que su voz sea escuchada y que los dirigentes del Gobierno nacional, regional o municipal, incluyan en sus programas estas mejoras, que son necesarias en cada población del país.

Su meta inmediata es comenzar los estudios de Contaduría en la Universidad de los Andes, en la parte alta de Pueblo Nuevo; esa será su nueva lucha y su próximo reto, por las calles y avenidas de San Cristóbal.

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